Estuve y salimos campeones... ¿queres que vuelva?

Se muere sin jugar

El Millo perdió en San Juan algo más que un simple partido: sin actitud de candidato ni ideas, la derrota surge como el principio de un final anunciado.
El diagnóstico es dramático. Está inconsciente, ya casi no tiene signos vitales. Agoniza. Y la evolución en las últimas horas no ha sido favorable. La vida de River en el Apertura corre riesgo. Y lo más preocupante es que no se vislumbra una reacción. El equipo no muestra actitud de potencial campeón, no juega como candidato y, de acuerdo con algunas declaraciones (las del DT a la cabeza), tampoco piensa como aspirante al título. Los resultados de este arranque en el torneo no son casuales. Son consecuencia de un severo problema que River arrastra desde el semestre anterior y que nadie intentó curar a tiempo.
El fierrazo de Brusco, impecable, dejó al equipo de Passarella en terapia intensiva, pero River ya estaba con respirador artificial. Parecía conforme con el empate en San Juan. En el segundo tiempo, tardó ocho minutos en arrimarse al arco de Monasterio (un disparo desviado de Ponzio) y recién a los 19 minutos asustó al arquero, con un zurdazo de Augusto. Nadie se hacía cargo de la pelota. Ortega, cansado, no lograba imponer su rol de conductor ni lo intentaba con mucha convicción. Rosales, parado, ya no metía sus peligrosas diagonales y se fastidiaba porque la pelota no le llegaba redonda. Ponzio regalaba el 90% de lo que recibía o recogía y Belluschi corría desesperado hacia adelante, obligando al pelotazo, a la bocha profunda en medio de decenas de piernas. Sólo Lima aportaba control y serenidad pero sin encontrar receptor. Y Ferrari empujaba por la derecha. Así, River ni se parecía al gigante que miles de sanjuaninos se enloquecieron por ver. Y ni siquiera la presión del reloj cambió su protagonismo.
Encima, el mensaje poco audaz y optimista que llegó desde el banco no hizo más que empeorar al enfermo. Si bien Ortega era un cambio cantado porque no daba más, el Kaiser optó por descartar el 4-3-1-2 por un 4-4-2 con un doble cinco bien definido: Ponzio—Lima. Metió al chileno Alexis Sánchez, quien no tenía ni un minuto de fútbol en los entrenamientos con los compañeros que estaban en la cancha, y no sentó a su lado a ningún enganche como variante del Burrito, porque Buonanotte, Burzac y Peralta no estuvieron entre los 18. Ah, recién llamó al Roly Zárate y sacó a Villagra cuando Brusco gritó el gol (¡nadie suelto de la barrera fue a obstruir el remate!) y ya se le iba de las manos el empate.
Del otro lado, un equipo con objetivos claros, orden y mentalidad ganadora, sacó provecho de la anarquía futbolística y el descontrol de River. El veterano Tonelotto hizo temblar a Nico Sánchez y Tuzzio con su presencia en el área y la garra de Décima, Pacheco y Alejandro Gómez anularon a los volantes millonarios (salvo un par de corridas de Augusto Fernández por la derecha). Con ese poquito, más la sobriedad de la dupla central y la seguridad de Monasterio, el humilde San Martín le jugó de igual a igual a un River que ya no le mete miedo a nadie: en el ultimo año perdió con el Caracas (dos veces, en la Copa), con Gimnasia de Jujuy, Godoy Cruz, ahora los sanjuaninos...
Sí, en el primer tiempo el equipo tuvo ráfagas de buen juego, que los de arriba estuvieron cerca del gol. Pero River no se puede conformar con tan poco, ni con empates como ante el Ciclón y el Lobo jujeño. ¿No es grave que por apenas un minuto zafó de quedar último a pesar de tener un partido menos?
La derrota en San Juan parece el inicio de un final anunciado. Que se podía prever, pero que nadie quiso asumir. Ni Passarella ni los dirigentes. Por eso, en apenas cuatro fechas, River agoniza en el Apertura.
SAN JUAN (E. ESPECIAL).
Por Ole.com.ar

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