El nuevo River ganó sin que se viera la idea madre de Simeone ni el talento de sus fantásticos. Quebró a los jujeños con un tiro libre y un córner. ¡De pizarrón!
River puede lamerse el lomo y rascarse satisfecho por este 2-0 que parece goleada al lado del empate de Boca, la caída del Rojo, el derrape del Ciclón y la zafada de Racing. Pero si la bandera del desfile la llevan Abelairas con su tiro libre impecable y su motorcito fuera de borda que no se para nunca, o Ferrari y su frentazo goleador de un metro sesenta, es que al final los Cuatro no fueron tan Fantásticos y este River súperofensivo por ahora es una calentura de verano.
No se trata de caer en una manifestación temprana de gataflorismo impaciente: la idea de sumar talento es interesante y valiosa. Y si para amontonar matungos hace falta tiempo y trabajo, mucho más para aceitar estas piezas que deben funcionar allá donde sobra tráfico y falta espacio. Habrá que decir, sí, que River ganó sin que la mano de Simeone haya hecho la diferencia, sin que el equipo tomara su idea y la plasmara, sin que sus jugadores llevaran su sello y su olor. Eso no quiere decir que el DT no tenga su mérito, al fin y al cabo lo puso a Abelairas, por ejemplo, cuando el pibe tenía destino de préstamo en un club que le garantizara que su nombre desaparecería de los diarios. Hoy, sin embargo, es el chico de la tapa.
De todas formas, el mensaje del Cholo entró en la psiquis de sus muchachos, de otra forma no se entiende la tozudez para buscar el juego asociado e intentar gambetas. Todo frente a una defensa durísima, que abortó cada uno de los intentos con suficiencia veterana. Los defensores del Lobo jujeño parecen lentos y lo son, cada vez que se mueven los huesos rechinan sus años, pero saben que caminar dos pasos en la dirección correcta es mejor que correr cuatro para cualquier lado, y hasta quizá sea suficiente para neutralizar las gambetas de los atrevidos. Claro, el primer tiempo se jugó en una maceta (con un potus en el medio), y en esas condiciones el único que tuvo pimienta para pasar del intento al desequilibrio fue Alexis Sánchez. El resto, poco y nada. Ortega intentó asumir una función más integradora, pero nunca vio clara la jugada que desatara el nudo; Rosales se dejó la habilidad en Holanda y Falcao se hartó de que le revolearan alrededor como moscas. Y Gimnasia, sin patear una vez al arco, pudo meterla si Turdó le pellizcaba la pelota cuando Carrizo tiró un increíble firulete en el área y si Desvaux no tiraba afuera un cabezazo ideal.
Lo que al principio parecía paciencia iba camino a convertirse en pasividad, porque River era cada vez más lento y previsible. El segundo tiempo imponía un clima frío, con el Monumental masticando un fastidio latente y callado. Desvaux estremeció el travesaño, y lo que pudo ser 0-1 terminó al revés un minuto después, luego de que Pompei inventara un tiro libre y Abelairas el gol. Y Gimnasia, que sólo tenía plan para el cero, se desmoronó por su propia limitación. Ahí sí, aparecieron los espacios y la gente se atrevió a gritar algún oole prometedor. Pero a no engañarse: el tiki tiki a River le sirvió para dormir la pelota y hacer pasar el tiempo, con algún que otro ataque que sacudiera la modorra. Porque por ahora, las únicas emociones las dio el viejo y querido pizarrón.
Por Ole.com.ar
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